Para que las familias en México tengan mejores condiciones de vida, es indispensable crear más empleos bien remunerados. Aunque los indicadores laborales muestran cierta recuperación, la realidad detrás de estas cifras revela que muchas personas siguen enfrentando dificultades para conseguir un trabajo digno o ingresos suficientes.
Una baja en la tasa de desempleo no siempre significa una mejora real. De hecho, puede deberse a un aumento en la subocupación o a que más personas han dejado de buscar empleo porque creen que no encontrarán uno. Actualmente, hay cerca de 1.5 millones de personas desempleadas, pero eso solo muestra una parte del problema.

Más allá del desempleo abierto, hay 3.9 millones de personas subocupadas: tienen un trabajo de medio tiempo, pero necesitan uno de jornada completa. A esto se suman otras 5.3 millones que, aunque disponibles para trabajar, ya no buscan empleo porque sienten que no hay oportunidades reales. En total, la brecha laboral asciende a 10.7 millones de personas.
Este panorama muestra por qué la economía no termina de recuperarse. No basta con crear empleos: deben ser de calidad, con salarios que realmente cubran las necesidades de las familias.
El crecimiento lento del empleo formal y la abundante oferta de trabajo han presionado los salarios a la baja. Muchas personas están dispuestas a aceptar sueldos menores con tal de tener una fuente de ingreso segura. A pesar del aumento al salario mínimo desde 2019, también ha habido un efecto de precarización. Mientras más personas ganan hasta dos salarios mínimos, menos tienen ingresos superiores a ese nivel.

De ahí que uno de los objetivos más urgentes para el país sea generar más trabajos bien pagados. Esto no solo mejoraría el nivel de vida de las familias, también ayudaría a reactivar el consumo interno, elevar la confianza de los empresarios y atraer más inversión.
Sin embargo, las expectativas del sector privado y de los hogares no son del todo optimistas. Aunque las autoridades señalan avances económicos, la percepción de empresas y consumidores no coincide. De hecho, muchos opinan que los indicadores siguen débiles y que hay incertidumbre por temas como la inseguridad, la falta de estado de derecho y los posibles efectos negativos de las reformas legales.

La confianza es clave tanto para que las empresas se animen a invertir como para que los hogares se sientan seguros de consumir. Pero actualmente, los niveles de confianza empresarial siguen por debajo del umbral que se considera positivo, especialmente en sectores como la manufactura, el comercio y la construcción. También la confianza del consumidor muestra señales de debilidad, lo que refleja la dificultad para acceder a empleos mejor remunerados.
Todo esto sugiere que, mientras no mejore la percepción sobre el contexto económico, será difícil que las familias y las empresas tomen decisiones que impulsen el crecimiento. En este momento, el país necesita fortalecer el estado de derecho, mejorar la seguridad jurídica y aumentar la eficiencia institucional para generar un ambiente más favorable para la inversión y el desarrollo económico.