La vida moderna transcurre frente a una pantalla. Desde el primer vistazo al celular por la mañana hasta el último mensaje antes de dormir, nuestros ojos trabajan sin descanso. Por eso, entender cómo configurar los dispositivos y adoptar hábitos saludables se convertió en una necesidad para preservar el bienestar visual a lo largo del día.
El uso prolongado de pantallas puede generar cansancio, sequedad e incomodidad, especialmente cuando no existe un equilibrio entre la luz del entorno y la luminosidad del dispositivo. Ajustes simples, pero realizados de manera adecuada, pueden marcar una diferencia profunda en la comodidad y la salud ocular.

Configuración recomendada para cuidar la vista
Los especialistas coinciden en que uno de los factores más importantes es regular el brillo del dispositivo en función de la iluminación ambiental. No se trata únicamente de activar filtros o modos especiales, sino de asegurar que la pantalla no deslumbre ni quede demasiado tenue frente a la luz del entorno.
Cuando el espacio es luminoso, conviene aumentar el brillo; en lugares oscuros, es mejor disminuirlo. Esta adaptación evita el contraste brusco que provoca fatiga, tensión y sequedad en los ojos.

Mantener una buena distancia también es clave. Se sugiere:
- Mínimo 40 centímetros para teléfonos móviles.
- Entre 50 y 60 centímetros para computadoras de escritorio o portátiles.
Esta distancia permite que el músculo ocular realice su esfuerzo natural sin sobrecargarse.
La ubicación de la pantalla influye directamente en la postura. Colocarla a la altura de los ojos ayuda a prevenir dolor de cuello y hombros, mientras que trabajar con luz directa sobre la pantalla o en completa oscuridad genera reflejos y molestias que incrementan el cansancio.
En el caso de los niños, estas recomendaciones se vuelven aún más relevantes. Su sistema visual todavía está en desarrollo, por lo que usar pantallas a distancias muy cortas durante largos periodos puede aumentar el riesgo de desarrollar miopía.

Hábitos que fortalecen el cuidado visual
Además de configurar correctamente los dispositivos, es indispensable incorporar rutinas que permitan a los ojos recuperarse. Una de las más efectivas es la regla 20-20-20: cada 20 minutos, descansar la vista durante 20 segundos mirando un objeto a seis metros de distancia. Esta pausa breve reduce significativamente la fatiga ocular acumulada.
El parpadeo consciente es otro aliado. Al concentrarnos en la pantalla parpadeamos menos, lo que disminuye la lubricación natural del ojo. Hacer pausas para parpadear voluntariamente ayuda a mantener hidratada la superficie ocular y a reducir la sensación de ardor.

El espacio de trabajo debe contar con luz indirecta y uniforme, evitando sombras intensas o destellos que obliguen a los ojos a esforzarse más. Trabajar en un entorno totalmente oscuro o con iluminación muy superior a la de la pantalla puede desencadenar incomodidad rápidamente, sobre todo durante jornadas largas.
Si se presentan molestias frecuentes, es importante evitar frotarse los ojos, ya que este hábito aumenta el riesgo de irritaciones e infecciones, además de favorecer la aparición de problemas como el queratocono.