Cada vez más parejas mexicanas, especialmente jóvenes, comparten su ubicación en tiempo real. Lo que nació como una herramienta para encontrar celulares perdidos o para reforzar la seguridad personal, hoy se convierte en una nueva forma de demostrar cariño… y también, sin que siempre se note, de vigilar.
“¿Dónde estás?”, “¿Por qué no te has movido?”, “Vi que llegaste pero no me avisaste”. Frases como estas ya no son raras en relaciones donde compartir ubicación se volvió la norma. Para muchos, hacerlo se siente natural, casi una muestra de cuidado mutuo. “Es por seguridad”, dicen. “Así sé que estás bien”.

Y no es una preocupación menor. En un país como México, donde muchas mujeres ya normalizan mandar su ubicación a amigas cuando regresan solas por la noche, esta función tiene un valor real. Ya sea a través de “Buscar” en iPhone, Google Maps, o apps como Life360, el saber dónde están nuestros seres queridos da tranquilidad.
Pero, como toda herramienta poderosa, tiene un doble filo.
¿Confianza… o vigilancia?
Especialistas como la terapeuta estadounidense Nedra Glover Tawwab advierten que el problema no está en la herramienta, sino en cómo se usa.
“Cuando se vuelve una forma de supervisar cada paso del otro, ya no es confianza, es control”, explica.
En México, muchas relaciones jóvenes —sobre todo entre usuarios de Snapchat, WhatsApp o Google Maps— adoptaron el compartir ubicación como algo casi romántico. Pero también surgen tensiones: ¿qué pasa si quieres apagarla un día? ¿Si prefieres no ser encontrado por unas horas?

El dilema de lo “normal”
En un entorno digital que mezcla afecto con tecnología, el uso constante de GPS puede borrar la línea entre el cuidado y el control. Y aunque muchas personas en México lo ven como una herramienta útil, también surgen casos preocupantes.
Organizaciones como Aluna A.C. documentaron situaciones de violencia digital y control coercitivo, donde el rastreo de ubicación se convierte en una forma de intimidación. En Reino Unido, la ONG Refuge encontró que el 72% de las mujeres víctimas de abuso reportaron haber sido vigiladas mediante tecnología. En México, aún no hay cifras oficiales tan claras, pero los testimonios comienzan a surgir.

¿Dónde están los límites?
La terapeuta británica Joanna Harrison señala que “cuando todo se sabe, se pierde el misterio”.
Y en una relación, el misterio, la curiosidad y la comunicación siguen siendo ingredientes vitales. Saber todo, todo el tiempo, puede matar esa chispa que alimenta la conexión emocional.
En lugar de ver el GPS como una muestra de amor automática, los expertos recomiendan establecer acuerdos claros y sanos: cuándo y por qué se comparte la ubicación, y qué significa hacerlo. Porque lo que para una persona puede ser tranquilidad, para otra puede sentirse como una invasión.

Tecnología con sentido
La tecnología no es enemiga del amor. Pero el verdadero desafío está en cómo la usamos. Compartir la ubicación puede ser útil, afectuoso, incluso salvador. Pero también puede ser un reflejo de inseguridad emocional o control encubierto.
En un país donde hablar de emociones no siempre es fácil, y donde la seguridad es un tema delicado, hablar abiertamente sobre nuestros límites y expectativas en pareja es más importante que nunca.
Porque al final del día, la verdadera confianza no se mide en kilómetros recorridos… sino en libertad compartida.