La reciente aplicación de aranceles a las importaciones en Estados Unidos —principalmente provenientes de China, la Unión Europea y otros países— comienza a reflejarse en los precios internos. Aunque los reportes oficiales aún no señalan de manera directa a estos gravámenes, análisis académicos y encuestas a empresas muestran que los costos intermedios y finales ya están siendo presionados.

Aranceles e inflación subyacente
La inflación subyacente, que excluye alimentos y energía, es clave para las decisiones de la Reserva Federal (Fed) porque refleja las tendencias de fondo en los precios.
Durante junio y julio, este indicador registró 3.3% y 3.4% anual respectivamente, mostrando un repunte. En paralelo, los precios al productor crecieron 0.9% en julio, el mayor incremento mensual desde 2022, lo que anticipa mayores presiones sobre los consumidores.
Si bien al inicio se esperaba que inventarios, sustituciones de importaciones o ajustes en proveedores amortiguaran el efecto de los aranceles, los datos recientes sugieren que estos costos ya están siendo transferidos al consumidor final.
En consecuencia, la inflación subyacente dejó de descender como proyectaba la Fed y comienza a repuntar, complicando el panorama monetario.

Implicaciones para la política monetaria
Este entorno desafía las expectativas de una pronta reducción de tasas por parte de la Fed. Si la inflación medida por el índice de precios de consumo (PCE) continúa al alza, el banco central podría mantener su política restrictiva por más tiempo o incluso elevar nuevamente las tasas.
Un escenario de tasas altas implica:
- Menor consumo e inversión, lo que frena el crecimiento económico.
- Mayor costo en el financiamiento del déficit público, pues los intereses de la deuda se encarecen.
Esta dinámica puede generar un círculo vicioso: la economía se desacelera, caen los ingresos fiscales y aumentan los déficits, lo que obliga a mantener la política restrictiva aun en un contexto de bajo crecimiento.

Repercusiones para México
Dada la estrecha integración con la economía estadounidense, México enfrenta varios retos inmediatos:
- Menor demanda externa. Una economía estadounidense más débil reduce la demanda de exportaciones mexicanas, especialmente en sectores como automotriz, agroalimentario y manufactura.
- Presiones cambiarias. Tasas más altas en EE.UU. fortalecen al dólar y pueden provocar salidas de capital, presionando al peso y encareciendo las importaciones.
- Dilema para Banxico. Si la inflación importada se intensifica, el Banco de México podría verse obligado a mantener una política monetaria restrictiva, aun con un crecimiento interno moderado.
- Mayor costo de financiamiento. Empresas y gobierno enfrentarán créditos más caros en un entorno de dólar fuerte y tasas elevadas, lo que limita proyectos de inversión e infraestructura.
- Riesgo fiscal. Menores ingresos y mayores cargas de deuda podrían tensar las finanzas públicas, afectando la calificación crediticia y encareciendo aún más el endeudamiento.

Conclusión
Los aranceles estadounidenses ya están reforzando la inflación subyacente y los precios al productor, lo que frena la tendencia de desinflación esperada por la Fed. Esto anticipa un periodo prolongado de tasas elevadas, con efectos sobre el crecimiento económico, la deuda pública y, de manera indirecta, sobre México.
Para el país, este panorama exige estrategias de mitigación, como fortalecer el mercado interno, reforzar la estabilidad fiscal y diversificar mercados, a fin de enfrentar un entorno internacional más desafiante.